Además de sus conocidos efectos sobre la economía, la pandemia trajo consigo la interrupción de los procesos de aprendizaje de miles de estudiantes que se han visto afectados por la suspensión de clases presenciales por más de un año.
Si bien al inicio del estado de emergencia se implementaron rápidamente diferentes modalidades de educación a distancia, una gran parte de los escolares no ha contado con las herramientas necesarias para simular en sus hogares el entorno de aprendizaje que tenían en un salón de clases.
Los problemas de acceso podrían haber ocasionado que los adolescentes de menores ingresos y zonas rurales opten por realizar otras actividades, disminuyendo el tiempo destinado a su educación. Ello se evidencia, por ejemplo, en el notable incremento del número de trabajadores de entre 14 y 18 años en las zonas rurales del país, desde el inicio del estado de emergencia en el 2020. Más aún, la gran mayoría de dichos adolescentes vienen insertándose en puestos de trabajo en sectores de baja productividad (como el agropecuario), que presentan un potencial limitado para la acumulación de capital humano, lo cual perjudica las posibilidades de incrementar sus ingresos en el largo plazo.
Estos resultados muestran la urgencia con la cual se deberían implementar políticas para el retorno a clases presenciales y la recuperación de los aprendizajes perdidos por la pandemia. El inicio de la vacunación a docentes en escuelas rurales es un primer paso.
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